Hoy queremos ayudarte a que consigas darle ese toque especial al café, a un esponjoso bizcocho o a esos platos que necesitan un acompañamiento dulce.

¿No te parece que no hay nada más rico que una nata montada fundiéndose en tu paladar? La clave está en que tenga el punto justo de aire y utilizar siempre azúcar glacé.
Para conseguir que tu nata montada, no sea densa en exceso, ni tampoco líquida, puedes prepararla de esta manera:

El primer paso es enfriar en el frigorífico el recipiente en el que se vaya a batir la nata; cuando esté frío añade la nata líquida y el azúcar glacé. Entonces lo mezclas y bates, a mano o con batidora de varillas, hasta que veas que cuando levantas la varilla hay picos de nata que no caen al recipiente. Ése es el punto adecuado de la nata montada y el espesor ideal para servirla con una manga pastelera.

Si no la vas a utilizar en el momento, siempre la puedes reservar en el frigorífico, eso sí ¡bien tapada!

Pero… ¿qué ocurre si en alguna ocasión batimos la nata más de lo debido?

Notarás que se disgrega y se separa la materia grasa del suero. Ante todo, no te preocupes si esto sucede, quiere decir que se ha transformado en una deliciosa mantequilla dulce que podrás utilizar en la elaboración de ricos bizcochos o simplemente para acompañar tus tostadas. Y seguro que la próxima vez ¡te sale una nata estupenda!

En cuanto a las cantidades, te sugerimos utilizar 200 ml de nata líquida y 100 g de azúcar glacé, estas medidas pueden variar según el gusto de tus invitados; tú les conoces mejor que nadie por lo que, si son golosos, siempre puedes echar unas cucharaditas más de azúcar glacé que le darán el toque deseado.

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